8 de marzo
En esta oportunidad, donde los hombres se resignan a dejarnos el protagonismo y no es necesario que nos abramos paso a los empujones, es bueno recordar algunos aspectos de nuestra condición femenina.
Hoy día ya se reconoce, y cada vez más, que nosotras las mujeres tenemos aptitudes y experiencias que nos permiten realizar importantes contribuciones en lo social y lo político, poniendo al servicio de la comunidad lo que antiguamente estaba reservado sólo para nuestras familias.
Tuvimos grandes progresos a lo largo de estos últimos años, desde la aprobación de leyes nos favorecen hasta una mayor participación en ámbitos que antiguamente nos estaban vedados, hemos logrado pese a la resistencia de algunos, la emancipación económica e intelectual.
Además, la experiencia demuestra que en épocas de crisis, conflictos sociales, como las que vivimos hoy día, asumimos la responsabilidad de nuestras familias y nuestros barrios. Somos nosotras las que nos ponemos al frente de los reclamos, y las que peleamos por mejorar la situación de nuestros chicos, hoy rodeados por la inseguridad, la violencia y las drogas. Pero no obstante a nuestra voluntad y nuestro compromiso, la vida cotidiana nos demuestra que no estamos en el mejor de los mundos.
Las mujeres solemos ser las víctimas de la violencia familiar y social. Todavía hay muchos lugares donde la mujer es discriminada o subestimada con argumentos arcaicos y presiones familiares, sociales y culturales que pretenden sostener la desigualdad de los sexos. Día a día se perpetran actos de violencia contra la mujer, convirtiéndola en objeto de maltratos, explotación y castigo. Y aunque parezca mentira en el siglo XXI, estos son hechos de la realidad que debemos combatir arduamente, y con un profundo compromiso de trabajo.
Hay muchísimas experiencias que demuestran nuestro potencial y nuestra capacidad, y tenemos que asegurarnos que sean aprovechadas a todos los niveles, desde el barrio, el municipio y la provincia. Debemos actuar, conscientes de que la plena participación de la mujer para prevenir y resolver conflictos, y para mejorar a la comunidad es indispensable. Tenemos la obligación de trabajar en ONGs, en entidades, grupos comunitarios y hasta en grupos privados, con el objeto de mejor nuestra situación y la de nuestro entorno.
Las mujeres sabemos que somos capaces de colaborar entre nosotras y comunicarnos con honestidad y transparencia cuando nuestros objetivos son comunes. Cuando una mujer comprometida con sus hijos, su familia, su barrio o su trabajo, toma una decisión, cualquiera sea, lo hace pensando en todos y no sólo en sus ambiciones y necesidades. Por eso, es nuestro deber ocupar los lugares que nos han sido destinados por derecho, para beneficiar a todos.
Concejal Karina García